Han pasado 12 años desde que los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos cambiaron el rumbo de la historia y el panorama internacional. Más de 3,000 personas perdieron la vida en suelo americano y esto originó las guerras de Afganistán e Irak, donde fallecieron cientos de miles de civiles y soldados.
Y muestra de ello es cómo la administración del presidente Barack Obama, cansados de la guerra, se están planteando la posibilidad de atacar o no a Siria. Según el presidente de Estados Unidos, el país es más seguro ahora que hace 12 años aunque no baja la guardia. Ahora aboga por “no actuar precipitadamente” y dialogar sobre las consecuencias que tendría para la nación una intervención bélica en Siria. A juzgar por cómo Obama y el Congreso dividido están gestionando la respuesta al supuesto uso de armas químicas por parte del régimen de Bachar al Asad, parece que la predisposición para la acción que tuvo la Casa Blanca de George W. Bush se ha agotado.
Ahora el presidente y su equipo han medido muy bien sus pasos a la hora de avanzar hacia una intervención militar en el extranjero. “La historia nos ha enseñado que los conflictos en Oriente Medio no son simples, fáciles o limpios. Una intervención como la de Siria tiene que suponer una alta amenaza para la seguridad nacional e intereses diplomáticos y morales“, escribió en una columna de opinión este lunes la congresista Tulsi Gabbard, veterana de la guerra de Irak.
Con el 55% de la opinión pública en contra de intervenir en Siria, la administración de Obama va con pies de plomo y, de momento, ha aplazado la votación sobre una intervención militar en Siria para dar tiempo a estudiar la propuesta del presidente ruso, Vladimir Putin, sobre un posible control internacional del arsenal químico en manos del régimen de Bashar al Assad.