CARACAS, Venezuela (AP) — Hugo Chávez Frías, presidente venezolano caracterizado por un gobierno autoritario al que denominó socialista y de tendencia radicalmente antiestadounidense, falleció el martes víctima del cáncer que padecía desde 2011, informó su vicepresidente. Tenía 58 años.
“Hoy 5 de marzo luego después de haber acudido a la reunión de consejo de ministros y de la dirección político militar de la Revolución, nos dirigimos aquí a las instalaciones del Hospital Militar de Caracas a seguir la secuencia de salud de nuestro comandante presidente. En el momento en que nos encontrábamos recibimos la más dura y trágica noticia que podemos trasmitir… ha fallecido el comandante presidente Chávez”, dijo Nicolás Maduro en un discurso difundido en la cadena de radio y televisión nacional.
Chávez, cuya encendida retórica inspiraba amor y odio casi por igual, irrumpió en el escenario político venezolano como un huracán. Bajo su influjo se produjo una expansión de la izquierda en América Latina.
El 4 de febrero de 1992, cuando el gobierno del entonces presidente Carlos Andrés Pérez (1989-1993) se tambaleaba en medio de protestas callejeras en contra de medidas económicas y denuncias de corrupción en contra del mandatario, un carismático teniente coronel del Ejército, desconocido para los venezolanos, encabezó un intento de golpe de Estado y fracasó.
Fue capturado y llevado ante las cámaras, donde anunció que para él y sus seguidores vendrían “nuevas y mejores oportunidades” y pidió a sus colegas que entregaran las armas “por ahora”.
Desde la prisión, Chávez apoyó una segunda intentona militar en noviembre de 1992.
El presidente socialcristiano Rafael Caldera (1994-1999) puso fin al proceso penal por rebelión.
Tras abandonar la prisión, Chávez empezó a viajar por todo el país buscando apoyo para un naciente proyecto político “bolivariano”, una mezcla de ideas que oscilaban entre el marxismo y las proclamas de su héroe, el prócer independentista Simón Bolívar, y que incluyó hasta principios cristianos como el amor al prójimo.
Prometía poner fin a la corrupción e instaurar un régimen basado en la justicia social.
No tardó en alcanzar el poder con los votos, en buena medida al beneficiarse de las luchas intestinas de los partidos tradicionales y el descrédito de éstos ante un electorado hastiado de la violencia criminal y la corrupción.
Chávez ganó la presidencia en los comicios de diciembre de 1998 con 3,6 millones de votos, el 56,20%, un número mayor que cualquiera de sus predecesores en la jefatura de Estado desde la llegada de la democracia en 1958.
Uno de sus primeros actos oficiales fue convocar una Asamblea Constituyente que redactó una nueva constitución a fin de introducir la reelección inmediata del presidente, que hasta entonces no existía.
Chávez y sus aliados rápidamente dominaron la política del país, obteniendo mayorías en la legislatura, las gobernaciones y en el sistema judicial.
El mandatario se caracterizó por monopolizar los medios de comunicación.
Su presencia permanente en los medios oficiales, que se extendía a las estaciones de radio y televisión privadas que por ley están obligadas a reproducir en vivo los actos gubernamentales, fueron su principal medio de propaganda, lo cual sumado a por lo menos una decena de programas de subsidios directos para los venezolanos lo hicieron imbatible en las urnas.
Pero también poco a poco, y sobre todo por la radicalización de sus acciones como la expropiación de tierras o de las industrias que caían en manos del Estado, comenzó un escozor entre la clase media primero e incluso entre sectores militares, a los que disgustaban desde su cercanía con Cuba hasta su afición por el uniforme militar.
En abril de 2002 masivas manifestaciones en su contra degeneraron en violencia y la cúpula militar le retiró su apoyo y le obligó a abandonar el poder. Pero ante las intensas protestas de sus seguidores los militares se vieron obligados a reinstaurarlo en la presidencia en menos de 48 horas.
Chávez siguió siendo ampliamente popular y ganó varias elecciones y referendos. Convocó a elecciones nuevamente en 2000 a fin de refrendar la nueva constitución de 1999 y en 2004 sobrevivió a un referendo que buscaba sacarlo del poder.
En 2006 logró una segunda reelección por un período adicional que concluiría en enero de 2013.
En el 2009 logró aprobar otra reforma constitucional que le permitía postularse a la reelección indefinidamente. Lo hizo arguyendo que debía permanecer en el gobierno al menos hasta 2031 para consolidar su “revolución” y lo que él llamó el “socialismo del siglo XXI”.
En octubre de 2012 ganó la reelección por otros seis años más por un margen de 54%, 7,4 millones de votos frente a los 6,15 millones del candidato opositor Henrique Capriles, que fue el primer candidato que logró aglutinar a su alrededor las fuerzas de oposición como ningún otro contrincante que haya tenido Chávez al superar la barrera de los 4,5 millones de votos.
En diciembre del mismo año consolidó ese triunfo en elecciones a gobernador cuando sus candidatos se impusieron en 20 de los 23 estados venezolanos.
Estuvo en el poder 14 años, más que ningún otro presidente desde que se instauró la democracia en enero de 1958.
Sólo otro venezolano había estado en el poder más tiempo: el general Juan Vicente Gómez, dictador que rigió el país con mano de hierro durante 27 años hasta 1936.
Chávez, quien se autoproclamaba “revolucionario y socialista”, insistía en que era un “demócrata” por excelencia, pero muchos venezolanos temían que estaba llevando al país a un sistema político semejante al de su amigo íntimo y mentor, el líder cubano Fidel Castro.
Se sentía como pez en el agua cuando empleaba el léxico militar para describir su acción de gobierno, una imagen que era reforzada por su preferencia en vestir uniforme o chaquetas verde oliva y la boina roja de una unidad de élite del ejército a la que perteneció, en lugar de traje y corbata, en sus numerosas apariciones públicas.
Decía que deseaba la paz pero impulsó multimillonarias compras de armas que despertaron temores de una carrera armamentista en la región. Alegaba que las armas eran necesarias para defenderse de una invasión estadounidense, una idea que era ridiculizada en Washington.
Usó la cuantiosa riqueza petrolera del país para ofrecer entregas de hidrocarburos en condiciones blandas a otros países, asegurándose el apoyo de gobiernos como los de Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Argentina y convirtiéndose en una de las figuras más reivindicadas por los movimientos izquierdistas de América Latina.
Sus adversarios siempre lo catalogaron de gobernante autoritario pero astuto, que utilizaba las esperanzas de los pobres y sus frecuentes enfrentamientos verbales con el gobierno de Estados Unidos para obtener beneficios políticos. Siempre fue popular, pero polarizó a la sociedad venezolana.
Chávez se vio como el heredero del prócer Simón Bolívar. Con frecuencia hablaba teniendo como fondo el retrato del Libertador, sacó de las bóvedas una espada enjoyada que perteneció al héroe independentista, la cual solía desenvainar incluso en actos proselitistas y mandó a confeccionar numerosas réplicas para regalar a sus aliados internacionales, particularmente aquellos que compartían su retórica antiestadounidense como el entonces líder libio Moamar Gadafi, entre otros.
Su discurso, a veces vulgar, motivaba tanto adulación como desespero en Venezuela y el extranjero y azuzaba las diferencias de clases entre los venezolanos.
La oposición le criticaba además de su violencia verbal, los súbitos cambios de política, las constantes reformas constitucionales y expresiones públicas de admiración por gobiernos como los de Cuba, Libia, Siria, Zimbabue e Irán, mientras abandonaba toda actitud diplomática o cordial con gobiernos como los de Estados Unidos e Israel.
Así el resto del mundo observó cómo Venezuela se embarcaba en su camino incierto en virtud de los caprichos de su grandilocuente líder.
Para millones de pobres era un héroe. En las barriadas marginales de campos y ciudades, donde vive más de la mitad de los 28 millones de habitantes del país, Chávez logró cautivar una base de fieles seguidores debido a su carisma y programas sociales llamados misiones que ofrecían desde alimentos a bajos precios, ayuda en dinero a las madres solteras hasta el plan de asistencia con médicos cubanos en los barrios.
Las misiones, sin embargo, se realizaban con un fuerte tinte ideológico, a veces con personal cubano, y fueron calificadas como poco más que limosnas por la oposición.
Como parte de la aplicación de un férreo control estatal, la nómina del gobierno se disparó. A finales de los 90, el sector público se componía de un millón de personas. Actualmente se estima en más de dos millones de empleados públicos, particularmente después de apoderarse de tierras privadas y empresas nacionalizadas en sectores clave como las telecomunicaciones, acero y cemento.
Pese a las nacionalizaciones y sus constantes promesas de convertir a Venezuela en un Estado socialista, el equilibrio entre los sectores público y privado de la economía no cambió mucho durante su mandato.
En 2010, el Banco Central estimó que el sector privado representaba alrededor de 69,3% del producto interno bruto. Esa es casi una proporción semejante a la de cuando Chávez fue elegido en 1998. De acuerdo con cifras oficiales, los niveles de pobreza se redujeron de 49% en 1998 a 26% en 2010.
También fue acusado de cercenar la libertad de expresión, especialmente después de negarle la renovación de la concesión audiovisual al canal privado Radio Caracas Televisión, que solía criticar a su gobierno. El canal tenía casi medio siglo de trayectoria y era considerado una institución en el país que nunca se alineó con ningún gobierno.
Grupos internacionales de derechos humanos repetidamente denunciaron que los fiscales y tribunales perseguían a los opositores al gobierno. Fueron muchos opositores que enfrentaron cargos criminales y algunos de ellos fueron conducidos al exilio.
Chávez siempre negó vehementemente que ejerciese algún control sobre los tribunales o el ministerio público, pese a los no pocos escándalos que parecían confirmarlo.
En contrapartida, denunciaba a opositores y críticos como “oligarcas” que defendían sus intereses económicos y el capitalismo al estilo estadounidense.
Pese a sus ambiciones, Chávez fue en gran parte incapaz de hacer de Venezuela un ejemplo a seguir para otras naciones.
Se agravaron muchos de los problemas que agobian a los venezolanos y el país siguió siendo dependiente de las fluctuaciones de los precios del petróleo.
Las deficiencias de su gestión se evidenciaron en áreas diversas: el control de una desbocada criminalidad, el mantenimiento de la infraestructura petrolera y el estímulo del crecimiento económico del país en medio de una jugosa bonanza petrolera, cuyos cientos de miles de millones de dólares fueron invertidos con poca supervisión de parte de la Asamblea General.
Anunció grandes proyectos de infraestructura que nunca concretó. El régimen de control de precios provocó escasez de alimentos de primera necesidad.
El crimen se disparó y Caracas se convirtió en una de las ciudades más peligrosas del mundo.
En Venezuela, la tasa de homicidios se ubicó en 50 por cada 100.000 habitantes en 2011, según datos del propio gobierno. El ministro de Interior y Justicia, Néstor Reverol, reveló en octubre que el Distrito Capital de Caracas registró una tasa de homicidios de 93 por cada 100.000 habitantes, cifra que confirma que la capital está entre las ciudades más violentas de América Latina.
La inflación, que cerró 2012 en 20,1%, año tras año figuró como la más alta de la región.
El propio Chávez lo reconoció en una entrevista televisiva de 2011 que una de las mayores debilidades de su gobierno fue la falta de eficiencia. Dijo que ha sido un gran error que muchas veces ha puesto en peligro las políticas de su gobierno.
En años recientes su imagen se vio afectada a nivel internacional y una encuesta regional en 2010 lo ubicó como el segundo líder más impopular después de Fidel Castro.
Durante su mandato repetidamente llamó a la instauración de un “mundo multipolar”, libre de la dominación estadounidense. Impulsó el envío de petróleo a China, creó empresas conjuntas con Irán para la fabricación de tractores y automóviles y suscribió numerosos acuerdos militares con Rusia que se tradujeron en compras millonarias de fusiles de asalto, helicópteros y aviones cazabombarderos.
Pese a la enconada relación que tuvo con Washington, Chávez mantuvo la venta de la mayor parte de la producción de petróleo venezolano a Estados Unidos y con frecuencia dejaba evidentes muestras de simpatía por el estilo de vida estadounidense, entre las que se incluía su sueño de niño de jugar en el béisbol mayor de Estados Unidos.
Su sueño se cumplió, dijo, cuando efectuó el primer lanzamiento en el partido entre los Mets y los Azulejos de Toronto en junio de 1999 en Nueva York.
Un día después se le vio, entusiasmado y sonriente, dar el martillazo final que cerró las actividades bursátiles en Wall Street.
Con frecuencia se complacía en describir escenas e incluso recomendar películas estadounidenses como “John Q”, protagonizada por Denzel Washington, o “Gladiador”, dirigida por Ridley Scott, en sus alocuciones televisadas.
Llamó “hermano” a figuras como los actores Sean Penn y Kevin Spacey, entre otras celebridades estadounidenses.
El mandatario parecía no resistirse a estar frente a una cámara de televisión. Las apariciones televisivas sólo menguaron después de que reconoció que le fue diagnosticado un tumor maligno en 2011.
Se afeitó la cabeza cuando empezó a perder su cabello debido a la quimioterapia y empezó a arengar a sus seguidores con frases tales como “¡Por ahora y para siempre viviremos y venceremos!”.
El mandatario fue operado de un tumor en la región pélvica en junio de 2011. Nunca aclaró dónde se encontraba el tumor.
En septiembre 2011, Chávez afirmó que había completado la quimioterapia y catalogó el tratamiento como un éxito, afirmando que exámenes posteriores no mostraban la reaparición de células cancerosas.
Casi cinco meses después de repetir que no había una sola célula cancerígena en su cuerpo, Chávez reveló que se sometería a una nueva operación en Cuba, donde decidió tratarse, puesto que se le detectó una segunda lesión en la misma región donde le extirparon el primer tumor canceroso.
El 26 de febrero de 2012 el gobernante fue intervenido en La Habana para extirparle un tumor de dos centímetros. Sus viajes de ida y vuelta a Cuba fueron constantes y cada vez más prolongados en los meses siguientes. Desde entonces sus apariciones en público se redujeron drásticamente.
Semanas antes de las elecciones del 7 de octubre de 2012 fue notable su esfuerzo por reencontrarse en las calles con sus seguidores para asombro de muchos y, casi a diario, apareció en actos de campaña en distintas localidades. No obstante la enfermedad le impidió retomar, como en antaño, el contacto directo con la población, lo que constituía una de sus grandes fortalezas políticas.
Días después de su triunfo electoral, admitió que “en verdad yo fui a boxear (a la campaña) con la mano zurda amarrada y con una pata, como dicen en mi (pueblo), con una pierna amarrada, brincando en un solo pie”.
Resaltó entonces que no fueron pocas las veces en la que se sintió cansado o sufrió alguno que otro malestar.
“En una ocasión yo le dije a Nicolás (Maduro) ‘sácame de aquí’… porque se había desbordado todo… aquello se desbordó (de gente) y no podíamos avanzar ni para allá ni para acá… y yo andaba con un malestar, un cansancio; nadie sabe lo que yo hacía después que llegaba (de los recorridos) del camión (en caravana)… las limitaciones obvias desde el punto de vista físico que yo viví”, relató.
El 10 de diciembre de 2012, tras anunciar que delegaba sus funciones en Maduro, Chávez viajó a Cuba para someterse a la cuarta operación por cáncer y ya no fue visto ni oído más en público. Regresó de la capital cubana a Caracas, sorpresivamente, el 18 de febrero, hecho que anunció a través de las redes sociales.
Tanto en el ámbito gubernamental como en su partido, Chávez copó la escena al punto de dejar a sus seguidores sin un claro heredero de su movimiento político. Con todo, designó a Maduro como su sucesor, al afirmar que debía ser el candidato de su partido en caso de que él no pudiera asumir y se convocara a nuevas elecciones.
Chávez nació el 28 de junio de 1954 en Sabaneta, en el estado llanero de Barinas. Fue criado en parte por su abuela paterna, Rosa Inés, porque sus padres, maestros de escuela, no tenían recursos para mantenerlo a él y sus cinco hermanos.
Chávez solía rememorar su infancia en una casa humilde de piso de barro y hablaba de cómo vendía después del colegio dulces de frutas que su abuela preparaba.
De joven experimentó con la pintura y era un fanático del béisbol, pero tras incorporarse al ejército a los 17 años decidió que la vida militar era lo que buscaba. Fue ascendiendo de rango hasta llegar a teniente coronel, pero fue también desilusionándose con la clase política del país, a la que consideraba corrupta e insensible a las penurias de los pobres.
Después de graduarse en 1975 de la academia militar consumió los siguientes años en construir una organización clandestina dentro del Ejército que denunciaba a los gobiernos de la época y juraba instaurar una sociedad basada en los ideales de Bolívar. Ese movimiento, llamado Movimiento Bolivariano Revolucionario, fue el germen del grupo con que se alzaría en armas en 1992.
Solía hablar con afecto de sus hijos, en particular de su hija menor Rosainés -nacida en septiembre de 1997- pero en general se conoce poco de su reciente vida familiar. Chávez se divorció de su segunda esposa, Marisabel Rodríguez, en 2004. También tenía tres hijos mayores de un primer matrimonio, María Gabriela, Rosa Virginia y Hugo, quienes rara vez lo acompañaban en sus apariciones públicas. Varios de sus hijos estuvieron con él en La Habana durante la operación del 11 de diciembre, la cuarta a la que se sometió desde que se declaró su cáncer